Cuando era una niña, a los ocho años, hice un viaje con mi familia y unos amigos a Tununguá, un municipio de Boyacá. Ahí viví experiencias muy lindas en contacto total con la naturaleza. Cierto día, las personas que habitaban el lugar se preparaban para hacerle cacería a un fara que se metía a sus cultivos y se comía la fruta. Yo imaginaba que era un animal terrible… sentí miedo. En la tarde llegaron con el animal muerto y resulta que tenía dos crías. Ahí pude ver que era como los canguros que guardaban a sus pequeños en una bolsita. El hombre que la cazó nos entregó a mi amiga Diana y a mi, aquellos pequeños “ratoncitos”. Sentimos mucha tristeza por lo que pasó y con mi amiga los pusimos dentro de un totumo seco que encontramos y decidimos que los íbamos a cuidar. Lo único que teníamos era leche en polvo para darles. Ingenuamente creíamos que los íbamos a salvar pero no fue así. Murieron unos días después. Pienso que éste libro es una oportunidad de reparar y sanar aquella tragedia y miles de tragedias que ocurren día a día por falta de conocimiento y compasión por estos seres que aportan tanto al ecosistema. Me apasiona la literatura infantil al igual que la ilustración dirigida a este maravilloso público, ya que estoy convencida de que si logramos plantar una semillita en sus corazones, lograremos adultos seguros, felices y convencidos de que podemos tener un mundo mejor.